La tumba de las luciérnagas...

El hedor de remover el agua, mientras se busca uno mismo en sí mismo. Las perlas que salen del mar junto con las algas ya putrefactas; junto al recuerdo. Los libros que se leen sin escuela. Las últimas páginas. Todavía un hueco en el pecho. Siguen los ojos despiertos en la noche...



"...En la madrugada del veintiuno de septiembre del año veinte de Showa, un día después de que se aprobara la Ley General de Protección a los Huérfanos de Guerra, el empleado de la estación que inspeccionaba medrosamente las ropas infestadas de piojos de Seita descubrió bajo la faja una latita de caramelos e intentó abrirla, pero, tal vez por estar oxidada, la tapa no cedió: "Qué es eso?" "¡Déjalo ya! ¡Tira esa porquería!", "Èste tampoco durará mucho. Cuando te miran con esos ojos vacíos, ya no hay nada que hacer...", dijo uno de ellos, observando el rostro cabizbajo de otro niño vagabundo, más pequeño aún que Seita, sentado junto al cadáver que, antes de que vinieran a recogerlo del ayuntamiento, seguía sin cubrirlo ni una estera de paja; cuando agitó la latita como si no supiera qué hacer con ella, sonó un clic-clic, y el empleado, con un impulso de béisbol, la arrojó entre las ruinas calcinadas de delante de la estación, a un rincón oscuro donde ya había crecido la hierba espesa del verano; al caer, la tapa se desprendió, se esparció un polvillo blanco y tres pequeños trozos de hueso rodaron por el suelo espantando a veinte o treinta luciérnagas diseminadas por la hierba que echaron a volar precipitadamente en todas direcciones, entre parpadeos de luz, apaciguándose al instante. Aquellos huesos blancos eran de la hermana pequeña de Seita, Setsuko, que había muerto el veintidós de agosto en una cueva de Manchitani, Nishinomiya; la enfermedad que la condujo a loa muerte era llamada enteritis aguda; en realidad, incapaz a sus cuatro años de sostenerse en pie y rendida por la somnolencia, la muerte le llegó, como a su hermano, por una debilidad extrema debida a hambre..."

Nosaka, Akiyuki. La tumba de las luciérnagas, (novela breve). Trad. L. Porta y J. Matsuura. El Acantilado, Barcelona, 1999.


La guerra, la piel calcinada sin nombre. La lucha dentro y fuera de sí. La carne inmóvil, en ambos costados del mundo. Tal vez algo como la sangre me arde. (¿nos?...)Tal vez algo...

¿Cuánto queda de humano en el cuerpo?



Samina

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