De un encuentro. De las cosas que me aterran

Habíamos planeado comer juntas el fin de semana. Me dijo que lo arregló todo y hasta iría a ver la Bella y la Bestia para aprovechar que se quedaba el viernes. Tuve que cancelar y pedir prórroga. Este fin de semana llega un primo de Canadá y la familia ira en caravana a Veracruz. No tengo la más remota idea de la relación que hay entre el primo Luis, el Puerto jarocho y el mar, pero así me lo informaron. Cuando se lo dije a ella, lejos de bajar el tono –o subirlo- me dijo que me la pasara muy bien y que practicara mi inglés, que buena falta me hace. Estuvimos platicando alrededor de tres horas. Llevamos un par de días así.

Hace algunas semanas recibí noticias suyas - no vi el mail el día que lo mando, estuve en trabajo de campo casi todo el mes – el asunto del correo decía, simple y llanamente: Espero que seas tú.

Pensé que se trataba de una broma, incluso pensé en que alguien más que supiera su nombre podría haberme mandado ese correo. Pero el contenido de éste refería algunas cosas que no me hicieron dudar.

Pues bien, había perdido su cuenta de e-mail y con ella todos sus contactos. También decía que dio conmigo al tratar de hallar un poema, vía internet, pero que no estaba segura de que mi correo siguiera siendo el mismo. El seguimiento, según me anunciarían las pláticas que tuvimos después, era bastante lógico.

En la primera de ellas, no reconocí su voz. El recuerdo era lejano y más bien lo que tenía muy presente era su imagen. Revisando en los álbumes di con una foto suya, estábamos en la biblioteca. Se puede notar, entre los libros regados en la mesa, el primer disco de Avril lavigne.

Su voz tenía más bien una mezcla de templanza pero sin un sesgo de descanso. Es una mujer hiperactiva y, cabe mencionar, se nota que está sumamente satisfecha con lo que hace.

Me preguntó, animadamente, que si ya había sacado un libro. Le dije que no, pero que tenía algunas publicaciones, recientemente una en una antología de la UNAM. Se alegró. Me dijo que lo último que leyó de mí le recordaba a la prosa de Márquez. Se hizo el silencio y yo, del otro lado de la bocina, me reí. Te voy a llevar un disco con algunos de mis cuentos, concluí después de la sugerente apreciación; también algunos poemas, pero estos no míos, aclaré, mejor de maestros como Bonifaz. Perfecto, asintió. No lo conozco pero confío mucho en ti. Tenemos muchas pláticas pendientes, dijo. Han pasado cinco años…


… y sí, han pasado.

No recuerdo como la conocí. Seguramente en algún concurso de esos que se hacen entre preparatorias, donde el espíritu estudiantil se une por la misma causa: ganar, y ganar por el nombre de una escuela. Era, eso si lo recuerdo bien, un as en matemáticas. Alguna vez que falló su compañero de equipo en el proyecto de la bobina de tesla, me ofrecí para ayudarla. Esa vez expusimos en la Feria de Puebla, y dos que tres preguntas sobre la electrónica me tuve que aventar. Fue divertido. Cansado, pero divertido.

En esa feria compré un par de libros de Pessoa. No sé ahora donde están.


Y= yo E= ella


E-De verdad tengo muchas ganas de verte

Y-Si!!! Yo también, estoy emocionada.

E-Hay tantas cosas qué platicar

Y-Pues imagínate, “como han pasado los años”, jaja

E-Ah, tienes razón, ya se fueron como agua, la próxima semana cumplo cinco años aquí

Y-Sí, igual yo

E-Pero fue la mejor decisión que pudimos tomar

Y- (suspiro) para serte sincera, en ese tiempo no la consideraba con toda su magnitud, más bien todo era hermoso, vaya, hasta prepararse para el examen, viajar a Puebla para estudiar mientras los otros seguían en clases…sí, era una ilusión muy grande…

E-Si! Exactamente, estábamos muy ilusionadas

Y-Pero yo no tomé conciencia de lo que vendría, hasta mucho después

E-Vaya, mujer, estás donde tienes que estar, eso no lo dudes ni tantito!

Y- (otro suspiro) Sabes jugar cartas, ¿no?

E-Ehemm

Y-Bueno, pues, en la Viuda negra o en el Poker, a cada quien le dan una serie de cartas –cinco- y hay un juego en la mesa, que nadie ve. Llega un momento en el que uno, que ya vio su juego, tiene la elección de cambiar todo por el de la mesa. Hay la posibilidad de que mejore, pero también de que no. Uno toma la decisión de acuerdo a las cartas que ya sabe.

E-Ajá…

Y-La razón por la que vine a México, fue porque no tenía idea de las cartas, es decir, no las veía. Quedarme en Puebla era, de alguna manera, mucho más cómodo y seguro. Vamos, hasta mi lugar en la universidad estaba dado por hecho. Pero le aposté al juego de la mesa, y, tal vez, no porque fuera éste mejor que el otro. Le aposté porque simplemente no lo conocía…


***

El domingo vi al Juglar negro. Me había mandado información acerca de unos talleres en Puebla. También me pasó su tercer libro, Cuentomancia, que devoré en cuanto tuve en mis manos. Me dijo que él creía que yo ya estaba residiendo en esa ciudad. Le dije que no, que más bien, Puebla era hermosa pero que no podría vivir allí. Me preguntó porque. No lo había pensado, dije. Tal vez no sea por la ciudad, argüí. Pero no sé decir porqué.

Ahora que lo reflexiono, Puebla significa también la posibilidad. Pero una posibilidad fallida. O, mejor dicho, no vivida. Allí están las historias inconclusas que, ahora sí por circunstancias y no por voluntad, no germinaron.

Allí también los amigos, la gente que ya no pude conocer y la familia con la que ya no pude estar durante todo este tiempo.

Pero no, no sé si volvería ahora. Seguramente no.

Y es que esa posibilidad se acabo en el momento de elegir. Porque la que era hace cinco años no es la misma que escribe ahora, y mucho de lo que soy y he aprendido ha visto la luz gracias a las experiencias que he tenido aquí.

Me aterra vivir en Puebla porque allí está el pasado. O lo que es peor, el olor del pasado. Me aterra pensar que estando en sus calles podría encontrarme con personas que en otro tiempo y otro espacio pudieron coincidir conmigo y ser, de alguna manera, trascendentales. Me aterra la sola idea de que un hombre pase de largo sin siquiera imaginar que pudo, en otro tiempo también, en ese espacio, ser mi acompañante en un concierto de Rachmaninov.


...y no he dejado de ser cursi.


Eso también me aterra.


7 comentarios:

Eric Uribares dijo...

A mi pocas cosas me atraen más que el olor a pasado, no necesariamente me gusta, pero sí me atrae, me llama, me provoca.

A veces pierdo horas y horas pensandop en los días que fueron, y por supuesto, mas de una vez he modificado ese pasado a mi antojo.

beeeeeeeeeeesoooooooo grandeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

Banjú -el memorioso- dijo...

=O No se espante, si puros angelios por aquí ^^

Aparte yo huelo bien sabroso *Tokyo by Kenzo* ;O

Ahh pero es feo tener esa sensación, de caminar por un lugar y decir, ahh de seguro me encontraré con mi pasado, y ponerse a pensar qué cara voy a poner, qué les diré, qué me harán, habrán cambiando, me seguira queriendo, me seguirá odiando ..uuff y así hasta que llegas a tu casa, te acuestas a dormir, y piensas todas las excusas perfectas. y dices , ahh, mejor si me los/las hubiera encontrado xD

jijiji kroe ke eso lo pondré de post ^^;

Svetlana dijo...

Te dejo una convocatoria del encuentro nacional de estudiantes de literatura y lingüística

http://sextoenell.blogspot.com

se puede participar con ensayo academico o concursar en creaciòn literaria

OJALA TE INTERESE Y MANDES ALGO :D

Svetlana dijo...

Te dejo una convocatoria del encuentro nacional de estudiantes de literatura y lingüística

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se puede participar con ensayo academico o concursar en creaciòn literaria

OJALA TE INTERESE Y MANDES ALGO :D

Pesadilla dijo...

Bueno, Puebla en s{i es aterrador, el DF tambi{en lo es, quiz{a los aterradores somos nosotros y dotamos de nuestra visión al paisaje que tengamos de frente. Decir que tu sentimiento es compartido no calmará la angustia pero repartira la culpa, así que suerte y que la cursileria nos acompañe

Abraham Villegas dijo...

"Only thing we have to fear is fear itself"

Franklin D. Roosevelt

Sybila dijo...

Isteri!!! que gusto tenerte por acá!!!!!

Ah, qué te digo yo, si requeterecontra huelo el pasado. (es un provocador, ciertamente)

Vivimos. Sí. Y sabemos que vivimos porque recordamos.

Alguien me decía que, en el ejercicio del recuerdo, puede editarse el pasado.

Pues bueno, está esa posibilidad, jeje, bien, de modificarlo al antojo, como tú dices.

Ah, es todo un ejercicio de creación!

Abrazo y beso también requeterecontra grandeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

Banjú: jeje, ya sé, ya sé que puros angelitos... jeje, si, ya sabes, ya sabes que "toda coincidencia es una cita" así que mejor los encontramos.

Vaya, abrazous memorioso

Mengana: vaya, gracias por pasar por aquí y dejarme el link. Con gusto lo revisaré y claro que estoy puesta a participar.

Saludos defeños

Muerto desconocido:

Eha, bienvenida la huella de sus letras. Je, concuerdo ampliamente. los aterradores somos nosotros. Las ciudades cambian según cambia el itinerario de viaje;según mengüe algo en el interior del peregrino.
Sí, los aterradores somos nosotros.

Jeje, arriba la cursilería!

Un abrazo.

Shaka:

...no hay que temer a los monstruos si no los llevamos con nosotros mismos... ¿no?

Abrazo